La nutrición en la infancia resulta muy importante dado que los niños se encuentran en una etapa de desarrollo y crecimiento de huesos, dientes, músculos y sangre, necesitan más alimentos nutritivos en relación con su tamaño que los adultos.

Pueden correr riesgo de malnutrición cuando tienen poco apetito durante un largo período, comen un número limitado de alimentos o empobrecen su dieta considerablemente con alimentos poco nutritivos.

Las ingestas dietéticas de referencia (IDR) se basan en el actual conocimiento de las ingestas de nutrientes necesarias para una salud óptima. Las IDR se utilizan para mejorar la salud a largo plazo de la población mediante la reducción del riesgo de enfermedades crónicas y de la prevención de carencias nutritivas. Así pues, cuando las ingestas están por debajo del nivel recomendado, no se puede asumir que un niño en particular presenta nutrición inadecuada.

Energía

Las necesidades energéticas de los niños sanos están determinadas por el metabolismo basal, la velocidad de crecimiento y el gasto energético debido a la actividad. La energía de la dieta ha de ser suficiente para garantizar el crecimiento y para evitar que las proteínas sean utilizadas para la producción de energía, pero sin dar lugar a aumento excesivo de peso.

 Las proporciones sugeridas para la ingesta energética son de:

  • 45 al 65% en forma de hidratos de carbono
  •  30 al 40% en forma de grasa
  •  5 al 20% en forma de proteínas

Esto para niños de 1 a 3 años de edad, manteniéndose la misma proporción de hidratos de carbono entre los 4 y los 18 años. En cuanto a las necesidades de grasas y proteínas necesarias de los 4 a los 18 años existe una variación, las grasas oscilan entre un 25 y un 35%, y las de proteínas entre un 10 y un 30%.

Proteínas

La necesidad de proteínas disminuye desde aproximadamente 1,1 g/kg en la primera infancia hasta 0,95 g/kg al final de la misma. La ingesta proteica puede variar entre un 5 y un 30% de la energía total, dependiendo de la edad. Las carencias proteicas son poco frecuentes en los niños estadounidenses, debido, en parte, al énfasis cultural que se pone en los alimentos con alto contenido proteico.

Estudios de cobertura nacional demuestran que menos de un 3% de los niños no ven satisfechos las necesidades dietéticas recomendadas. Los niños que corren mayor riesgo de ingesta proteica inadecuada son los sometidos a dietas vegetarianas estrictas, así como los que presentan múltiples alergias alimentarias o consumen una variedad limitada de alimentos debido a dietas pasajeras, problemas conductuales o acceso inadecuado a los alimentos.

Vitaminas y minerales

Las vitaminas y los minerales son necesarios para el normal crecimiento y desarrollo durante la infancia. Una ingesta insuficiente puede dar lugar a un crecimiento deficiente y a enfermedades.

Hierro

Los niños de edades comprendidas entre 1 y 3 años presentan riesgo de anemia por carencia de hierro que puede afectar el desarrollo. El período de rápido crecimiento de la infancia se caracteriza por un incremento de la hemoglobina y del hierro total. Los datos de la National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) indican que los niños sometidos a alimentación prolongada con biberón y los de origen mexicano presentan el más alto riesgo de carencia de hierro.

Calcio

En los niños, el calcio es necesario para la mineralización y el mantenimiento adecuados de los huesos en crecimiento. La CDR para el calcio en niños de edades comprendidas entre 1 y 3 años es de 700 mg/día, para niños entre 4 y 8 años es de 1.000 mg/día y para los que tienen entre 9 y 18 años es de 1.300 mg/día. Las necesidades reales dependen de las tasas de absorción de cada individuo y de factores dietéticos como las cantidades de proteína, vitamina D y fósforo.

Dado que la leche y otros derivados lácteos son fuentes fundamentales de calcio, los niños que consumen cantidades reducidas de estos alimentos a menudo corren riego de deficiente mineralización ósea. Otros alimentos enriquecidos con calcio, como las leches de soja y de arroz y los zumos de frutas, son también buenas fuentes de dicho mineral.

Cinc

El cinc es esencial para el crecimiento; su carencia da lugar a crecimiento insuficiente, mal apetito, pérdida de agudeza en la percepción de sabores y deficiente curación de las heridas. Dado que las mejores fuentes de cinc son la carne y el marisco, es posible que algunos niños presenten con regularidad bajas ingestas. El diagnóstico de carencia de cinc, especialmente de carencia marginal, puede resultar difícil debido a que los parámetros de laboratorios, como los relativos a plasma, eritrocitos, pelo y orina, tienen un valor limitado en la determinación de la carencia de cinc. Se ha observado un efecto positivo de los suplementos de cinc sobre las concentraciones séricas de dicho mineral.

Vitamina D

La vitamina D es necesaria para la absorción y el depósito de calcio en los huesos. Son áreas importantes de la investigación actual otras funciones que incluyen la prevención de enfermedades crónicas como el cáncer, la enfermedad cardiovascular y la diabetes. Dado que este nutriente se forma también a partir de la exposición de la piel a la luz solar, la cantidad necesaria en las fuentes alimentarias depende de factores tales como la localización geográfica y el tiempo que pasa el individuo al aire libre.

La IDR para la vitamina D es de 400 UI (10 μg) al día en bebés y de 600 UI (15 μg) al día en niños. La leche enriquecida con vitamina D es la principal fuente dietética de este nutriente, y los cereales del desayuno y las leches que no son de origen animal se comercializan a menudo enriquecidos con vitamina D. No obstante, los derivados lácteos como el queso y el yogur no siempre se preparan con leches enriquecidas. Otras leches diferentes de la leche de vaca (p. ej., leches de cabra, de soja, de almendra o de arroz) pueden no estar enriquecidas con vitamina D.

Para los niños pequeños la IDR actual de vitamina D es mayor de la que puede ser consumida en una dieta normal. El suplemento puede ser necesario después de una cuidadosa evaluación o medición de los niveles de vitamina D.

Fuente

Krause A, Kathleen L, Mahan M. Nutrición y dietoterapia. 14va edición. 2017 Elsevier España

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